27 de octubre de 2008

Un Hombre En la Oscuridad

En el último libro de Paul Auster, Un hombre en la Oscuridad, un abuelo y su nieta, que padecen de insomnio, pasan el tiempo viendo películas, entre otras La Gran Ilusión, de Renoir (un peliculón con mayúsculas), El Ladrón de Bicicletas, de Vittorio de Sica y El Mundo de Apu, de Satyajit Ray.
Sobre estas películas elabora la nieta (Katya que estudia Cine) una teoría acerca de los objetos inanimados como medio para expresar emociones humanas. En todas las películas resalta uno o dos objetos que en sí mismos muestran una o muchas emociones. Me parece una reflexión preciosa. El objeto más logrado son los platos de La Gran Ilusión; tras la última cena en casa de la mujer alemana (la actriz Dita Parlo, de quién se dice que toma el nombre Dita Von Teese) los dos hombres deben apresurarse para cruzar la frontera a Suiza. Ella los despide en el umbral de la puerta, llorando. La cámara enfoca a los dos hombres corriendo y perdiéndose en el bosque. Pero no termina ahí. “Cualquier otro director habría acabado la película con ese plano” dice Katya a su abuelo. Pero Renoir vuelve a la casa, a la mesa sin recoger, a una mujer sola con su hija que tiene que enfrentarse a los restos de la cena de los que ya se han ido, seguramente para no volver más. Esos platos vacíos significan a la vez la soledad, el horror de la guerra, la tristeza, el dolor de quien ha perdido todo... Un simple objeto representa todo el aluvión de sentimientos que atenazan a esa mujer, viuda, madre y una vez más, sola.


Este mes, la revista Dirigido Por (nº382,Octubre 2008), dedica un artículo a Renoir, con motivo de una nueva edición de dos de sus obras, La Gran Ilusión y La Regla del Juego.
Dice el autor que “Gabin y Von Stroheim son dos actores que llenan como pocos el encuadre” y es verdad que lo hacen, pero a su talento inigualable como actores (Renoir llegó a decir que Dios inventó el cine porque antes había creado a Gabin) ha de unirse la fortaleza de los personajes, la humanidad de dos enemigos políticos enfrentados en la guerra, que son antes que eso hombres, y se respetan y tratan como tales, aunque uno sea prisionero del otro. No tengo muy claro si es el actor el que hace al personaje o viceversa, pero resulta difícil imaginar a unos actores capaces de echar a perder a dos personajes como el Comandante Von Rauffenstein y el Teniente Maréchal. Aunque es cierto que también es difícil pensar en unos actores que los hubieran interpretado mejor.

No hay comentarios: