17 de octubre de 2009

Corazonada Mondragón

Para Khazum (ya hablaremos de Obama)

La estrofa de una canción de La Orquesta Mondragón me sirve para ilustrar la única corazonada que ha podido tener Madrid con su candidatura a las Olimpiadas de 2016:

"Corazón, corazón, corazón de cemento
Corazón, corazón, corazón de hormigón
Corazón, corazón, enfermo de polución"


Madrid 2016. Un proyecto abocado al fracaso desde el principio, por aquello de la norma no escrita que dice que no se celebran las olimpiadas dos veces consecutivas en el mismo continente. Una escusa para tener la ciudad abierta y mantener la ilusión de la gente. Una empresa populista en la que sus propios artífices dejaron de creer mucho antes de la derrota.
Sin duda, lo de los madrileños con Gallardón es grave. Y como él lo sabe, lo exprime al máximo: termina sus candidaturas con las ciudades limpias y las obras terminadas, y tras ser reelegido, nos sume en la deuda pública y nos impide recorrer Madrid con tranquilidad. Callao, Plaza de España, Ópera, Serrano... aquí ya es dificil distinguir la gris contaminación del polvillo parduzco de las obras.
Y no nos alegra pensar en lo bonito que va a quedar todo cuando los trabajos terminen, porque ya estamos pensando en los próximos que vendrán.

"La ciudad donde vivo ha crecido
de espaldas al cielo
la ciudad donde vivo es el mapa
de la soledad
al que llega le da un caramelo
con el veneno de la ansiedad"


13 de septiembre de 2009

Estimados Clientes

Una carta al director en un periódico de tirada nacional mencionaba con estupor el cambio de vocabulario desde la megafonía del metro de Madrid.

A mí también me chocó que un día cualquiera la pareja de locutores dejara de llamarme usuario para llamarme cliente. Enseguida pensé que alguien habría de haber ideado tal ocurrencia en las reuniones de innovación del metro de Madrid. Sin embargo no se me ocurrió el motivo de tal idea, puesto que fuera cual fuera el beneficio, sus consecuencias económicas son a todas luces negativas: hay que volver a grabar todos los anuncios de megafonía con los sueldos y energía que eso supone. Y todo para crear algo que ya estaba bien, una nomenclatura en la que seguramente ningún “usuario” recaía, pero que a fuerza de cambiarla ha captado nuestra atención.
Los motivos son una incógnita. Somos clientes y usuarios también. Pero la primera hace hincapié en el precio que pagamos y la segunda en el servicio que utilizamos.

Para unos usuarios quemados por la subida constante de los precios de los abonos transporte, la creación de suplementos al viajero por aquí y por allá, la poca duración del abono joven, etc, etc... escuchar constantemente la palabra que remarca el precio que gastamos en un transporte que además de dinero nos cuesta tener media ciudad levantada, cortes constantes para su mejora y mantenimiento y algún que otro susto con la seguridad privada que supuestamente nos protege, no parece lo más adecuado.

El metro de Madrid es uno de los mejores de Europa, eso sin dudarlo. Pero su gestión peca de populista, sus mejoras van encaminadas más a la propaganda para Comités olímpicos y otras actividades que se precien, que para garantizar un transporte fiable y eficaz a los ciudadanos de Madrid.

Cada día el metro se va pareciendo más a un lugar controlado por un Gran Hermano (o hermana). Con pantallas que profieren mensajes de realimentación de los partidos que lo mantienen, de cuyo sonido no puedes escapar en sus pasillos subterráneos ni bajo sus techos acorazados. Los anuncios invaden poco a poco todos los rincones, pero también los mensajes cariñosos (“ojalá pudiéramos realizar las obras sin que se notara”, “hemos escogido estas fechas porque son las de menor tránsito de viajeros”...) que desde arriba nos envían para que cada vez que esquivemos un socavón o veamos nuestros pies de verano recubiertos por una masa de polvo y suciedad, recordemos que todo es por nuestro bien.

7 de septiembre de 2009

Descanso con estrella

¿Que tus cenizas viajen por el espacio? ¿Que lo restos de tu esposa se conviertan en anillo de diamantes? ¿Pasar la vida eterna cerca de un famoso?
Los ricos cada vez lo tienen más difícil para elegir como pasar su eterno descanso. La última excentricidad ha consistido en comprar el nicho colindante al de Marilyn Monroe por nada más y nada menos que cuatro millones y medio de dólares (en eBay). Quizá piense el comprador que con eso de la proximidad terrenal pueda tener algún contacto con la actriz en la otra vida. Quizá sean las ansias de fama; ganas de aparecer en películas o de ser visitado por los fans que llegan en procesión a la tumba de la estrella del celuloide.


Vía: Time

30 de agosto de 2009

Ciudadano Zimmerman

La comisaria de un pequeño barrio de Long Branch, Nueva Jersey, es un lugar apacible; de vez en cuando algún robo o timo, pero nunca nada del otro mundo. La Oficial de Policía Buble se encontraba de guardia una noche, cuando recibió una llamada alertando de que un hombre con muy mala pinta recorría de manera extraña las calles del barrio. La jóven oficial se presenta diligentemente y procede a la detención de un tipo, que en efecto no tiene muy buena imagen: harapiento, con greñas y barba de tres días:
- Identífiquese
- Bob Dylan
- Acompañeme a comisaria, Señor Dylan

Bob Dylan es, por supuesto, Bob Dylan, cantante y artista con rango de estrella, que merodeaba sospechosamente y a horas intempestivas cerca de la casa donde Bruce Springsteen compuso Born to Run.
Kristie Buble reconoció ante la prensa que el anciano al que detuvo no se parecía en absoluto a las fotos que había visto del cantante. Dylan a su vez alegó que buscaba propiedades en venta mientras daba un paseíto por la zona.
Esto sí es pasar desapercibido, y no esas maxigafas que les gusta ponerse a las estrellas para no llamar la atención.

En el año 75, cuando Neil Young grababa Zuma, el productor David Briggs sorprendió a Dylan curioseando alrededor de la casa, pero lejos de llamar a la policía lo invitó unirse a la grabación del disco, lo que culminó con Dylan tocando la guitarra y el teclado en algunas de las canciones.


Dylan es noticia estos días: a la lista de curiosidades que rodean su figura hay que añadir una: Dylan pondrá voz a un sistema de GPS, o eso creen las dos empresas británicas que lo están negociando, porque el cantante afirmó que no sería muy bueno orientando a la gente puesto que él mismo siempre desemboca en la Avenida de la Soledad.
Además ha anunciado un nuevo disco navideño donde cantará villancicos clásicos y cuya recaudación se destinará a fines benéficos. EL disco lleva por título "Christmas in the heart" y saldrá a la venta en octubre.

16 de julio de 2009

La muerte del Anonimato Bloguero

Richard Horton, policía y bloguero británico, ganador del premio Orwell al mejor blog político en 2009, ha abierto y cerrado el caso sobre el anonimato de los blogueros en la red. El periódico inglés The Times, envidioso por que el blog de Horton alcanzara e incluso superara su número de lectores (esta no es la versión oficial), decidió investigar su identidad, hasta ahora escondida bajo el pseudónimo de NightJack. Horton acudió a la justicia inglesa para que defendiera su anonimato, pero la sentencia decretó que su identidad no merecía protección. Así que NightJack cerró su blog.


El juez alegó que bloguear es más una actividad pública que privada, pero fue más lejos: se negó a proteger la identidad de NightJack porque pensaba que los lectores tenían derecho a saber quién criticaba ciertas actuaciones de la policía, y por infringir ciertas normas de disciplina del cuerpo policial.
Entonces, ¿por qué no protegió el anonimato de Nightjack? Tal vez porque lo que escribía en su blog no era conveniente. Tal vez porque criticaba demasiado. Pero en ningún caso por tener un blog. El abogado de Horton dijó al juez que los blogueros estarían horrorizados si supieran que su identidad puede ser revelada en cualquier momento solo por haber sido descubierta en una investigación detectivesca.

Las alegaciones de unos y otros aquí.

No se si The Times ha conseguido vender más ejemplares, motivo por el que Enric González cree que se ha podido levantar este embrollo, que deja serias dudas a cerca de la libertad de expresión. Lo que sí que ha suscitado son agudos comentarios de los lectores, que responden decepcionados.
The Times y su defensa alegaron que el hecho de desvelar la identidad de NightJack iba dirigido a servir al interés público, pero como bien señala el lector Peter Briffa, la investigación tal vez sirvió al interés público, pero una vez descubierto que NightJack no era una farsante, un asesino o un mentiroso, desvelar su identidad estaba fuera de lugar.


Richard Horton también ha querido dar su opinión sobre el caso, del que confiesa haber afectado a su vida familiar y a la reputación de su comisaría.

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Los policías ingleses tienen la sana costumbre de escribir blogs. Planet Police es una página que recopila los posts de los mejores policías-blogueros del Reino Unido.

PC Bloggs, es una poli bloguera sin pelos en la lengua y con facilidad para la ironía y el sarcasmo. Ella también opina sobre el caso Horton, y saca a la luz otros casos menos escabrosos de polibloguers sin anonimato.

10 de julio de 2009

Annie Leibovitz en Madrid

“Tiene que abandonar la sala”. Una monótona voz de ciborg me acompañó hasta la puerta sin cambiar su respuesta ante mis réplicas. Mi visita a la exposición terminó por hacer fotos a las fotos de Annie Leibovitz. Ya saben lo que opino de la prohibición de hacer fotos en museos y salas de exposiciones: me parece la estupidez elevada al absurdo. Ante un cuadro del siglo XV podría entender tal postura si un experto me explicara que una foto sin flash daña la superficie de la pintura, ante una tienda que vendiera postales con reproducciones perfectas de las obras expuestas en una sala, entendería también el afán recaudatorio, pero ante unas fotos enmarcadas con cristal (y sin tienda) no hay motivo que valga. ¿Plagio? ¿Quién puede plagiar a Annie Leibovitz? Se trata de captar el ambiente, la persona que se acerca a contemplar ese detalle tan conseguido, la gente que transita ante la mirada quieta de los retratados. Si lo pueden hacer los medios acreditados, porque no yo.
En este caso lo peor no fue el motivo, sino la falta de motivos. Pasar la cámara por un escáner y que nadie te diga que no puedes hacer fotos, no ver carteles de prohibición, observar a la mitad de la sala hacer fotos y que nadie te diga porqué no puedes hacerlas. En cualquier caso, el ciborg llegó tardé; el daño irreversible para la superficie del metacrilato ya estaba hecho.


La exposición en su conjunto me decepcionó: colas interminables y salas abarrotadas de gente. Reflejos de luces muy mal situadas que impedían una visión perfecta de las fotos. Un panfleto carente de diseño y una colocación de las obras sin orden ni concierto. Un desorden nunca cuestionado y frecuente en las actividades culturales organizadas por la Comunidad de Madrid. Dicho queda.

Otra cosa bien distinta son las fotos de Annie Leibovitz, en concreto sus retratos, que me atrevería a definir como perfectos, por su encuadre y su composición, su contraste y sus luces y sombras, por su estridente color o su serio blanco y negro. Me quedo con los retratos de Robert De Niro y Al Pacino, dos grandes actores y mafiosos de película, retratados por separado pero cuyas fotos forman un evidente díptico. En el mismo estudio y con la misma vestimenta a medio camino entre familia Corleone y Scotland Yard.
Y mi otra preferida: el retrato de Johnny Cash. En el porche de su casa de Tennesse, donde aparece junto a June Carter y sus hijas, como un padre americano más.
También es graciosa la foto que capta un momento supuestamente improvisado en casa de Patti Smith; sus dos hijos parecen haber calculado expresamente como quieren salir en la foto; el uno con su guitarra y el otro con su gatito, mientras su madre, resignada, descansa en el sofá.


En general me han gustado las fotos; los retratos, todos; del resto de fotos me decepcionó encontrar un par de fotos malas. Supongo que para ella significan algo, y esta es su exposición; “Vida de una fotógrafa” la han titulado. Pero ese enorme díptico de un liquen desenfocado en blanco y negro... La gente me mira llevándose las manos a la cabeza cuando comento a mis acompañantes que la foto del liquen me parece muy mala. Pero que sea de Annie Leibovitz no quiere decir que tenga que ser buena. En una entrevista, la fotógrafa decía que se contentaba con hacer cinco fotos buenas al año. Para ella las mejores no son las de Brad Pitt o las que realiza por encargo para las mejores revistas de moda del mundo. Sino tal vez las que muestran a sus padres levantándose de la cama un domingo, o las de aquel liquen que encontró en un paseo con sus hijos por el campo. Quién sabe.

Su faceta como reportera me ha sorprendido. Hay una estupenda instantánea de la administración Bush, un retrato de familia en el despacho oval, donde parece que podamos ver el interior de las mentes de cada uno de los personajes, estratégicamente colocados.


Actores, cineastas, políticos, familiares, amigos, Susan Sontag, bailarines, paisajes, cantantes. Todos han querido ser vistos por ella. Ella que ve, a través de su cámara, mejor que los demás. Ella, cuyos disparos pasarán a la eternidad.

Imprescindible.

En la Sala Alcalá 31 hasta el 6 de Septiembre
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6 de junio de 2009

Defensor@ del Lector

La figura del defensor del lector nunca me ha gustado del todo: ¿Quién le paga? ¿No está adscrita a la línea editorial? ¿Tiene potestad para criticar abierta y sinceramente a la mano que le da de comer? ¿Está su lugar de trabajo cerca del de los compañeros con los que forzosamente habrá de meterse?

Según he podido observar, la en este caso defensora del lector de El País, Milagros Pérez Oliva, basa su sección en reproducir textualmente las quejas de los lectores, dar voz a las partes implicadas y pedir que se corrijan fallos técnicos o de incumplimiento del Libro de Estilo. Que no es poco.

Otra de las cuestiones que se suele poner en duda son las Cartas al director. En concreto, El País Semanal, ahora conocido como EPS, parece publicar solo cartas laudatorias y alabanzas a sus escritores, que se aferran fielmente a la línea editorial: ¿cartas inventadas? ¿rigurosa selección?

Este tema lo trata precisamente un artículo de la defensora del lector de El País. Por lo visto, hay escritores habituales de esta sección, que cazan al vuelo las cartas desechadas, esquivadas e ignoradas. Uno de los lectores que se queja a la defensora, pide incluso que se cuenten las cartas publicadas a personas con nombre y apellidos cuya presencia es habitual y frecuente en la sección. La cuenta se hace, y los resultados son más evidentes que lo esperado.

Cuando se pregunta a los responsables de la sección de opinión, encargados de seleccionar las cartas que se publican, alegan razones de “espacio” o de ortografía y respeto. Sin embargo, a la defensora se le va la lengua y nos cuenta que se han publicado textos que curiosamente descalifican de manera “grosera” a miembros del Partido Popular. ¿Partidismo? Algo “intolerable” según el Libro de Estilo.

La teoría está clara. Los requisitos para publicar una carta son "Que estén bien escritas, traten temas de actualidad y aporten una visión distinta o puntos de vista novedosos. Lo cual incluye, por supuesto, cartas que disientan de la línea editorial del periódico".
Así mismo "La figura del Defensor del Lector fue creada por la Dirección de EL PAIS para garantizar los derechos de los lectores, atender a sus dudas, quejas y sugerencias sobre los contenidos del periódico, así como para vigilar que el tratamiento de las informaciones es acorde con las reglas éticas y profesionales del periodismo. Puede intervenir a instancia de cualquier lector o por iniciativa propia".

Las cartas, nunca mejor dicho, están sobre la mesa. Otra cosa es que los lectores se fíen. Como bien afirma la defensora, cuyo papel consiste en ser políticamente correcta, aquellos cuyas cartas no sean elegidas siempre estarán en desacuerdo con las medidas de selección.

1 de junio de 2009

El Caso Boyero-Almodóvar. PARTE I

Criticastro: “el que sin apoyo, ni fundamento ni doctrina, censura y satiriza las obras de ingenio” (RAE)

Últimamente se ha puesto en duda la calidad informativa cultural del periódico El País por su cobertura del Festival de Cannes. Muchos lectores escribieron cartas al director quejándose de la misma, pero fue Pedro Almodóvar quién hizo que se desatara la polémica. En su Crónica Negra del Festival de Cannes critica el tratamiento que ha recibido su película por parte de Boyero, la decisión de El País (en concreto de Borja Hermoso, director de la sección cultural) de elegirlo como enviado especial del festival y el excesivo cariz opinativo de la cobertura. Un extenso documento que no tiene desperdicio y que parece desahogar sentimientos que vienen de lejos. El escrito provocó la respuesta de la redacción de cultura de El País, que se volcó a apoyar a su compañero, aunque su veracidad queda en entredicho, como bien dice Almodóvar, por ser Borja Hermoso el cabecilla de la redacción. Así mismo, El País devolvió a la Defensora del Lector las numerosas cartas recibidas en contra de la forma de hacer de Boyero, que esta ha desempolvado y nos muestra ahora (no antes).

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Carlos Boyero, esa figura controvertida.

Este personaje siempre me pareció fuera de lugar. En el fondo, me gustaba por no tener pelos en la lengua, por no cortarse un pelo, por no seguir línea editorial alguna y por decir y escribir lo que se le antojaba. Libre. Libre de hacer lo que le de la santa gana y recibir un sueldito mensual por ello.

La cosa se complica cuando los lectores de un medio que se considera medianamente serio, empiezan a echar en falta una crítica cinematográfica coherente y de calidad. Boyero no es un crítico sino un opinador nato, un arrojador de subjetividades y un intransigente. Suelo leer sus artículos en El País y comprendí que no realizaba bien su trabajo cuando contó que se salió de la sala en un festival con la película a medias, y luego tuvo la indecencia de criticarla en el periódico. Le pagan por ver películas, no se le pide otra cosa que aguantar las dos horas de proyección. Y si esto no lo hace, ¿qué lo distingue de cualquiera de nosotros? Nosotros como simples mortales independientes, tenemos el privilegio de elegir las películas que nos gustan, dormirnos en el cine si nos apetece y salirnos de la sala cuando se nos antoje y además, podemos opinar lo que nos parezca.
Boyero es un profesional de la información (aunque sea eso lo que ahora está puesto en duda), y como tal debería, en primer lugar saber y delimitar su parcela periodística y el género al que se adscribe (por favor, eso se aprende en primero de carrera), y en segundo lugar, cumplir con sus obligaciones.

Siempre me pareció que El País no gestionaba bien las cartas al director, siempre laudatorias, pero bien es cierto que sabe hacer buen uso de las polémicas interesantes. La oleada de críticas a Boyero y al propio El País por su gestión del festival de Cannes han debido ser tales que el periódico ha decidido reflexionar y ya de paso dar la sensación de que escucha a sus lectores.

25 de mayo de 2009

Tu vida en 65 minutos (de anuncios)

La implantación de la nueva medida de restricción de la publicidad en la televisión pública está causando debate y polémica. Pero mientras tanto, da la sensación de que las cadenas estatales están aumentando la emisión de anuncios para prepararse para el bajón de ingresos que está a la vuelta de la esquina.

Versión Española, un programa que alardea de cinéfilo y cultureta tiene la desvergüenza de colocarte interminables tandas de anuncios durante la proyección de sus películas (además de antes y después de la introducción previa y el coloquio posterior a estas), pero no solo eso, sino que lo hace en momentos clave, eliminando cualquier rasgo artístico de raccord.

Los anunciantes deben tener algo así como la “zappingfobia”: miedo a que el televidente cambie de canal, y tal vez consigan que dejemos de hacerlo, a base de que al regresar al canal de nuestra película nos hayamos perdido los diez segundo más importantes de la misma.

El viernes pasado se proyectó en Versión Española Tu vida en 65 minutos, un titulo espantoso y escasamente creativo que precede a una película entretenida aunque algo floja.



Según su directora, María Ripoll (Utopía, Tortilla Soup, Lluvia de zapatos...) y su guionista, Albert Espinosa (Planta Cuarta) su película habla de la muerte. No lo creo. Instintivamente todas las películas terminan hablando de amor. Más que una cinta de ficción, diría que se trata de una película de fantasía; una historia inverosímil que hace difícil que firmemos el pacto ficcional y nos adentremos en ella.
Rodada con originalidad, la película incluye quizá demasiado tipos distintos de planos, angulaciones y efectos, como si no quisiera dejar de usar todos los avances que la tecnología ha desarrollado para el cine. En cualquier caso estos aportan a la cinta un ritmo ágil y una perspectiva diferente.
En cuanto al guión, parte de una idea interesante pero comete el error de querer cerrar la circunferencia para que todo encaje. No hacía falta; el final había quedado claro cinco minutos antes de concluir la película.
Son opiniones personales de una humilde inexperta. Obviamente, Cayetana discrepa.

15 de mayo de 2009

Juan Muñoz. Retrospectiva



Un foco proyecta la sombra de una escultura antropomórfica en una pared blanca. La sombra es del tamaño de una persona real. La escultura es muy pequeña para parecer una persona de verdad. Situándonos estratégicamente podemos acariciar la cabeza de la escultura o dar golpecitos en ella. Pero no se alarmen, solo estamos jugando con su sombra.
Esta obra representa el espíritu de toda la Muestra, las características de todas las obras que componen la Retrospectiva de Juan Muñoz que hace menos de un mes aterrizó por fin en Madrid. El tamaño de sus figuras, irreal pero a la vez sombra de lo humano; la combinación de lo clásico con lo nuevo, de la escultura con lo audiovisual, de la materia con el espacio. Y la interactuación; las obras se terminan cuando el público las observa y siente, e incluso responde.



Miedo, angustia, incertidumbre. Esos son los sentimientos que afloran cuando uno entra en el Reina Sofía y se encuentra a dos hombres colgados del techo, con los pies muertos y los dedos de las manos inmóviles en rigor mortis al final del pasillo. Gracias a dios, la dictadura de los patios cerrados ha terminado y podemos salir a tomar el aire bajo el móvil de Calder. En el patio hay cuatro obras de Muñoz, presumiblemente las más fotografiadas, similares y casi indescifrables. Las obras del patio pertenecen a una colección particular. Que vacío se debe haber quedado el jardín multimillonario de su dueño estos últimos meses, con su humilde decoración paseándose por la Tate, el Gugghenheim y el Reina.
A lo largo del recorrido me voy fijando en la procedencia de las obras; la mayoría pertenecen a colecciones privadas y asumo que sus dueños tienen pesadillas.



Da la sensación de que las obras que componen está Retrospectiva están esparcidas por el Museo de manera aleatoria, para que el visitante se tope con ellas sin previo aviso. Y esto es lo que recomiendo, que se olviden mapas y recorridos, y se pasee sin más por el Museo.
Avanzando por el pasillo exterior de la tercera planta nos vamos encontrando con una serie de puertas, que no sabemos si atravesar. En parte por la sombra de un guardia jurado que nos persigue porque ha creído oír el sonido del obturador de una cámara. En parte por el respeto que imponen las instalaciones de Muñoz, de las que el espacio diáfano forma parte; en las que el suelo y el techo enmarcan la obra. Con precaución, el visitante asoma la cabeza por la abertura de la puerta para encontrarse en total soledad con una escultura humanoide, demasiado pequeña en una habitación demasiado grande; demasiado bajita para un techo demasiado alto. Debe ser la única sala en la que, aún sin estar bloqueada por un cordón granate, nadie ha entrado todavía.

Por la siguiente puerta accedemos a la sobrecogedora visión de una diáfana habitación blanca llena de hombrecitos de una estatura que ni pequeña ni normal, de rasgos achinados y muy sonrientes. Tan sonrientes que a uno le dan ganas de llorar. Allí están esos muñecos que no sabes si están interactuando entre ellos o con el público, restringido, que los visita de diez en diez.

Pero sin duda lo más angustioso, por inesperado, son las esculturas que hablan. Mueven la boca, despacio, como si quisieran decirnos algo, a nosotros, al psiquiatra, al confesor o a la pared. Pero como si su voz no pudiera subir el volumen o como si no quisieran que se enterara nadie más.

No permanezcan mucho tiempo en las salas; agradezcan el frío metal de Julio González en la otra gran exposición que comparte espacio y tiempo con la de Muñoz, pero no duden en dejarse caer por allí, porque de verdad merece la pena.



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Juan Muñoz. Retrospectiva.
Hasta el 31 de Agosto en el Reina Sofía.

21 de febrero de 2009

ARCO 2009



No entiendo por qué la gente tiene tanta manía a ARCO. A parte de que la entrada cuesta medio riñón, y el catálogo el otro medio, claro. Pero teniendo en cuenta que la mayoría de la gente va con invitación, que si te descuidas te dejas la espalda de tantas revistas que coges, y que te invitan a café y cócteles de colores, la situación compensa. Vuelves a casa con mucha cantidad de material que escrutar, recortar y reciclar, sin un riñón, sin espalda y con el hígado destrozado de tanto cóctel... pero has tenido ocasión de contemplar lo último de lo último que se cuece en el panorama artístico internacional.
Y una observadora ha comprobado que lo último de lo último son la fotografía, las manualidades y los audiovisuales.



En Arco, ¿Principios? Los justos. Este año no había caballos muertos como en los 80, pero en el stand de El País, la azafata llevaba tales taconazos, que apenas se podía mover para decirles a los osados visitantes que no tocaran las obras... ¿Frikismo? Sí, mucho. ¿Crítica? Un vídeo mostraba, con estética de Ciencia Ficción, los trapos sucios de las empresas multinacionales. ¿Consagrados? Un Bacon, un Lucio Fontana... ¿Y de crisis? Nada. Los puntitos rojos de “vendido” se acumulaban, sobre todo, en las fotos. Los galeristas celebraban con champán.



En fin, un espacio enorme, inabarcable en una tarde larga. Miles de propuestas, unas interesantes y otras no tanto. Y merece la pena (más a un si estas en posesión de una cámara de fotos).

Una obra interesante es esta, por ahora de autor desconocido para mí. La parte que se ve a simple vista de la obra es la primera imagen de la composición, utilizando las gafas que se ven en la segunda imagen (aquí llamadas Filtro Fantasma) aparecen las imágenes tres y cuatro según se mire por la parte roja o por la azul, respectivamente. Como no te esperas esas imágenes, la obra en conjunto resulta bastante impactante, y además se percibe un tremendo dolor en las expresiones de los retratados. Una propuesta muy interesante.

15 de enero de 2009

Ocho mil doscientas fotos a Las Meninas

Está en boca de todos. El Arte (o una mílesima parte de este) estará a partir de ahora más accesible, y mejor. ¡Qué maravilla! San Google y el Museo del Prado se han puesto de acuerdo para que el deficiente ojo humano no tenga excusa para dejar de contemplar el más mínimo detalle. Catorce son las obras elegidas; si se queda con ganas de más, visite el Museo del Prado, alquile una audioguía y compre el catálogo.

El director del Prado ha dicho que los grandes maestros se quedarían horrorizados de ver sus artimañas pictóricas al descubierto, pero parece que todos estuvieran preparados para un acontecimiento como este. Cuando retocamos con Photoshop una imagen que vamos a entregar en baja resolución, ponemos menos cuidado en los detalles minúsculos. Velázquez, Rubens y Goya, eran sin duda alumnos aventajados que no utilizaban estos truquillos.

¿Lo mejor? Las escenas inferiores de La Anunciación de Fray Angélico y por supuesto El Jardín de las Delicias, interesante de explorar, con o sin Google.


Ah, y me olvidaba del detalle crítico. Para cada obra han hecho 8.200 fotos según El País, y 16.000 según El Mundo (ni en eso se ponen de acuerdo), con cámaras, flashes, focos y demás parafernalia que nos prohíben al resto de mortales. Claro que Google es Santo.
Así que la próxima vez que un bedel amargado me diga que no se pueden hacer fotos en el Museo del Prado, le diré que una más no va a hacer daño.